Para paliar en la medida de los posible los efectos del cambio climático, urge un cambio del modelo energético actual, basado en un sistema eléctrico centralizado, jerarquizado y con predominio de generación térmica, hacia un nuevo modelo energético con predominio de energías renovables, descentralizado, con el foco puesto en las redes de distribución, que deberán gestionar flujos bidireccionales y gran parte de la generación instalada, y en los consumidores, con un rol más activo y mayor implicación energética.
¿Para qué sirve la transición energética?
Los objetivos de la transición energética se basan en la electrificación y digitalización de todos los procesos y sectores de la economía, para conseguir su posterior descarbonización mediante el empleo de recursos energéticos no contaminantes.
Esta reforma energética aboga por desacoplar el crecimiento económico del consumo energético y del uso de materias primas, fomentando la eficiencia energética, la sostenibilidad y la economía circular.
Para superar estos retos deben emplearse diversas tecnologías para la transición energética. Una de ellas son las redes inteligentes (o Smart grids), basadas en la unión de la capa física con la capa digital de la red. Esta última requiere la sensorización de los activos mediante dispositivos IoT para la adquisición y procesamiento de datos y poder habilitar así su control y monitorización en remoto, con el objetivo final de lograr el máximo grado de automatización del sistema.
Nuevas tendencias hacia la transición energética
Otro reto pasa por la adecuada integración de nuevos actores, como los prosumidores (productores y consumidores a la vez), las comunidades energéticas, la movilidad eléctrica o el almacenamiento energético, que a su vez proveen nuevos servicios energéticos, como son la gestión activa de la demanda, o la provisión de servicios de flexibilidad y/o de balance a los gestores de las redes de distribución (DSO) y/o transporte (TSO) a través de los agregadores independientes de demanda y de recursos energéticos distribuidos (Distributed Energy Resources, DER).
Si todos los puntos anteriores se atajan adecuadamente, se mejorará la eficiencia, la fiabilidad, la resiliencia y la seguridad del sistema al fomentar la competitividad entre más agentes participando en los mercados de electricidad que despacharían la energía de forma descentraliza y cerca del punto de consumo, contrarrestando parcialmente la variabilidad de las renovables que podrían poner en riesgo la seguridad y la calidad del suministro.
Tecnología y transición energética
Para el éxito de este cambio energético, se requiere una normativa equilibrada que delimite y coordine las competencias adquiridas por los nuevos actores con las de los agentes tradicionales, y a su vez permita el desarrollo de nuevos modelos de negocio y servicios que consigan la implicación de los consumidores.
Otras tecnologías que ayudan en el desarrollo de nuevos servicios energéticos integrales es la simulación y los pilotos regulatorios para planificar, gestionar y ajustar las soluciones en futuros escenarios con cierto grado de incertidumbre antes de implementarlas en un entorno real.